Vestir el pañuelo verde / "Hominis, estoy en nosotros".

Capítulo 7
Año 2018



Vestir el pañuelo verde


   Chabón, si te ponés el pañuelo espero al menos seas docente. Al menos, porque estarías formando e instruyendo en el arte del debate, dando un carácter inapelable al rigor al momento de la argumentación. Si también lo haces porque dispones de una férrea y certera injerencia política, pero certera y letal de posta, y haces de está causa un asunto cuyo fin sea engarzar para la posteridad institucional el derecho anhelado, entonces genial, seguí. Sí, asimismo, lo haces por alguna otra competencia que implique, de forma seria, un conocimiento académico riguroso y una práxis profesional asentada sobre sólidas bases científicas, también hacelo y hacelo más que nadie. Pero si lo haces solo para pertenecer no, no lo hagas, porque harías una apropiación simbólica. A esta altura del partido no nos hagamos los giles, sabemos muy bien quienes son por excelencia los apropiadores de los símbolos más nobles.  

   El problemón, a vos chabón, es el peligro constante de naufragar en la peregrina idea o en la mera ocurrencia que te lleve al alarde insoportable de creer comprender el truculento espanto con el que lidia la mujer de mi generación, espanto que ha decidido derrumbar luchando con el cuerpo y el espíritu, con la pluma con la cual se redacta la historia. La pluma no esta en nuestras manos, así que no te arrojes a vestir un pañuelo verde, no lo hagas, vas a restar, vas a entorpecer, vas ser funcional a este leviatán imparable. 

   Todo varón nacido en el seno del patriarcado posee una condición que ningún color verde puede quitar. Chabón, a vos dale, vamos, la sangre derramada durante milenios se volvió un mar y no un vaso derramado en el suelo de la idiotez. Cito, con respeto, a una amiga heroína para ilustrar cual es esta condición. Somos, aunque nos hierva la sangre, "Hijos sanos del patriarcado". Así un varón no puede, por más prodigiosa que sea su imaginación, aseverar que entiende al "ser" de la mujer y mucho menos aún el atropello que a ella la violenta y que ninguno de nosotros experimentará jamás. El varón que proclame sentirse mujer entonces, comete de hecho un acto de violencia machista. Reitero, el varón que ose aseverar entender el embarazo y dar a luz como experiencias posibles también acomete, con una vasta y exsecrable crueldad, la terrateniencia del otro. 

   Pero vos, ellos, nosotros, yo, empero nuestras buenas intenciones y de las cuales no dudo, no somos los peores. Los más peligrosos son aquellos que erran el camino y deciden militar junto a ella, apropiándose de lo ajeno e incluso diría que el mero acompañamiento es también deudor de un muy buen fundamento. No solo debe ese varón dar una explicación al menos coherente o creíble, debe darla con la excelencia que, y me disculpo por esto, muy pocos son capaces de dar.

   Ahora bien, el patriarcado, el leviatán incorruptible, no solo somete al género femenino, muchos de nosotros podemos dar testimonio de su crueldad, testimonios que hielan la sangre. Muchos varones son descuartizados por el patriarcado al cual no parece no interesarle que formemos parte de el, extraña actitud para un factotum fascista que sofoca por mera pertenencia a un grupo-otro, vos varón, que nunca antes marchaste para desafiar a tu padre, podés ahora encontrar tu propia causa y dejar la tontera oportunista de jugar a la militancia cool y banana para plantarte a pelear de verdad, con coraje, como ella lo está haciendo. 

   El sistema escolar, a sus niños varones, nos forma en calidad de guerreros, nos construyen para asesinar. ¿No es al menos llamativo que la violencia escolar sin límites entre varones sea motivo de una ceguera consensuada de los profesores que debieran evitarla a toda costa?. Tamaña duda, ¿no?, pero de fácil inferencia. 

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